“Calma y cordura” fue la sentencia que dictó el expresidente Eleazar López Contreras, después de ceder el poder a su sucesor general Isaías Medina Angarita (1941), en aquella Venezuela atenazada por las más inusitadas convulsiones políticas, sociales y económicas. Esas palabras perduran en el transcurrir del tiempo como un sabio consejo para todos los que, de una u otra manera, nos encontremos en medio de dificultades a capotear y tratar de resolver.
Apelo a ese lema histórico para interpretar la conducta que mantienen en nuestro país María Corina Machado y Edmundo González Urrutia. Más calma, más serenidad, más temple, cordura y un singular alto sentido de responsabilidad, no se les puede exigir a estos dos líderes que han asumido la misión de sacarnos de ese abismo en el que nos ha hundido Nicolás Maduro.
Ellos no se han desequilibrado, muy a pesar del bombardeo al que han sido sometidos. Tanto María Corina como Edmundo, han soportado con un estoicismo saludable esa furia con vientos de barbarie, porque los asiste la idea irrenunciable de concluir el ciclo de la transición que se activó desde la firma del Acuerdo de Barbados que los delegados de Maduro suscribieron, pero luego este desconoció sus pautas.
No obstante María Corina respiró profundo y preservó la calma, prosiguió con la realización de las elecciones primarias, de donde surgió un liderazgo legitimado que ha sobrevivido a los complots de las inhabilitaciones, criminalización de la actividad política, liquidación de medios de comunicación y los más escandalosos métodos de persecución política que han implementado, con la maligna intención de truncar esa ruta electoral y así detener la transición pacífica que nos conduzca y permita abordar una nueva senda de paz, de reunificación familiar y de progreso luminoso para todos los venezolanos.
Los asesores de Maduro -que son variados- se reúnen en su sala situacional, allí deliberan y trazan sus endemoniadas operaciones los delegados de Cuba, de Rusia, de Irán, más los criollos domesticados.
Ellos han apostado a la furia persecutoria. Por eso han detenido, en solo los últimos 10 días de campaña, 72 personas, de las cuales 24 están secuestradas. Todo ese vendaval de hostigamiento lo jefatura Maduro, pensando, desatinadamente, que sacará a nuestros líderes de sus casillas.
Pero no, ambos, María Corina y Edmundo, para amargura de Maduro, responden con equilibrio, ecuanimidad, serenidad, aplomo y una retadora placidez que desata en Maduro un sofocón, que lo ofusca porque no es capaz de procesar esa conducta calmada y mesurada de María Corina y Edmundo, que es lógicamente el talante que corresponde en estas circunstancias.
Pudiéramos decir que esa “calma y cordura” ha sido la piedra angular de esta peculiar campaña electoral.
Fueron desfachatadas las provocaciones de Maduro moviendo sus trapos sucios, creyendo que los líderes responsables de conducir a buen puerto esta hazaña popular, embistieran como el toro ciego que se abalanza a la tela agitada.
Pero no, ésta es una lucha espiritual y ambos líderes de la unidad se mueven con el sosiego y la cautela indispensables para no caer en el redil del dictador de marras.
Pero ese comportamiento digno de elogios es el que inspira la ciudadanía.
Esa que no se ha rendido, porque en medio de “la calma y la cordura” ha dejado espacios para reflexionar cuando ha sido menester recomponer las estrategias de lucha y retomar los espacios para protagonizar esos episodios de resistencia cívica, que en esta coyuntura apuntan a las elecciones presidenciales del próximo 28 de julio.
Es natural que en cualquier escenario del mundo, en donde se debata sobre este peculiar proceso electoral venezolano, se cope el ambiente de elogios para ese gallardo pueblo que, en medio de una espantosa crisis humanitaria, con los servicios públicos destartalados, con salarios paupérrimos y un desgarramiento de su tejido familiar representado en la millonaria diáspora, preserve y saque a flote “la calma y la cordura” que lo distingue.
“Calma y cordura” de los líderes apresados, de los familiares que lloran su ausencia pero que no bajan la guardia, ni se deprimen, sino que multiplican su compromiso con esa transición pacífica que lideran María Corina y Edmundo.
Finalmente, “calma y cordura” de los militares que deben evocar ese mensaje del expresidente Eleazar López Contreras, fundador de la Guardia Nacional venezolana. “Calma y cordura” ante los dislates de un Maduro iracundo que saca a relucir como una amenaza una supuesta “guerra civil” que solo tiene trincheras en su encolerizado imaginario.
Para que haya guerra deben existir dos bandos armados, pues de nuestra parte ¡ni los espíritus están armados! Somos parte de una inmensa mayoría que esgrimiremos el recurso del voto para defender nuestra esperanza de libertad.
@Alcaldeledezma