Del VINO al Mercurio: así se inventó el útil termómetro
Daniel Fahrenheit diseñó en pleno siglo XVIII un termómetro que utilizaba mercurio en lugar de vino
Imagina estar en pleno siglo XVII y sufrir de un dolor de cabeza agudo, constantes escalofríos y el sentimiento de que el cuerpo te arde por dentro.
El médico no tarda en llegar a tu hogar, vestido con una capa oscura y una bolsa de cuero repleta de instrumentos extraños.
Sin embargo, en lugar de sacar de ella un termómetro, lo que sostiene en la mano es un tubo de vidrio con una bolita en la base… llena de vino.
Sí, de vino tinto. Pues bien, así fue como, durante un tiempo, la humanidad trató de entender y de medir la temperatura corporal.
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Fiebre sin termómetro
Durante siglos, los médicos carecieron de métodos certeros para comprobar si una persona tenía fiebre o no.
Sus métodos eran rudimentarios: se guiaban por el tacto, por el color o la textura de la piel y por la apariencia general del enfermo. Un médico podía apoyar su mano sobre el paciente y decir “está ardiendo”, pero eso era todo.
No existía una forma de saber cuánto y, de hecho, no se creía necesario: en ese momento, se afirmaba que las enfermedades se debían a desequilibrios entre bilis, flema, sangre y bilis negra, y la fiebre se interpretaba más como un desbarajuste interno que como un dato medible.
Hasta que todo cambió
Sin embargo, hacia la segunda mitad del siglo XVII, todo cambió. Galileo Galilei estaba cambiando la forma en la que se entendía el universo, y otros científicos comenzaban a aplicar el método experimental para entender el cuerpo humano.
Y, como resultado, se comenzó a pensar en el desarrollo de instrumentos capaces de “leer” lo invisible: el calor, la presión, el pulso… Entre ellos, uno se volvió especialmente importante: el termómetro.
La idea de medir el calor del cuerpo de manera objetiva fue toda una revolución en el momento y, de hecho, muchos lo consideraron ficticio.
El médico italiano Santorio Santorio fue uno de los primeros en tomárselo en serio y llevarlo a la práctica. Estaba convencido de que, si se podían medir cosas como el tiempo o la distancia, también se debía poder medir lo que ocurría dentro del cuerpo.
El termómetro de vino
A lo largo de sus 75 años de vida, Santorio creó múltiples dispositivos para medir funciones corporales: básculas para calcular la pérdida de peso durante la digestión, relojes para registrar los latidos del corazón y, por supuesto, un primitivo termómetro clínico. En concreto, su versión se conocía como “termoscopio” y, aunque no tenía escala numérica como los actuales, ya mostraba cambios visibles en el volumen de un líquido en respuesta al calor.
Pero lo más curioso de todo, es que el líquido que eligió Santorio no era agua ni aceite… sino vino tinto.
Este, colocado dentro de un tubo de vidrio, subía o bajaba en función de la temperatura de quién sostenía el bulbo del aparato. ¿Por qué vino? Pues bien, Santorio planteó que el color oscuro del vino facilitaba su vista dentro del tubo y que, además, como contenía alcohol, poseía un punto de congelación más bajo que el agua, lo que lo hacía útil en climas fríos.
Y Santorio no se equivocó. Por primera vez, existía un dispositivo capaz de comparar temperaturas entre pacientes e, incluso, entre diferentes momentos del día. Es cierto que no era tan preciso como los modernos, pero representaba un gran paso en la historia de la medicina, que abría camino a la transición desde la intuición hasta la observación medible.
Del vino al mercurio
Pronto, con el paso de los años, otros investigadores tomaron las ideas de Santorio y las refinaron.
Justamente, uno de ellos fue Galileo, quien desarrolló su propio termoscopio y, más adelante, científicos como Daniel Fahrenheit o Anders Celsius dieron un gran salto al incluir escalas de medición numéricas y al utilizar nuevos líquidos más estables.
En particular, Fahrenheit diseñó en pleno siglo XVIII un termómetro que utilizaba mercurio, un metal líquido que respondía de forma más precisa a los cambios de temperatura y permitía una lectura más clara y cuantificable.
Desde ese momento, el mercurio se convirtió en el nuevo estándar y así se mantuvo durante más de tres siglos.
Hoy, los termómetros se han digitalizado e, incluso, los hay que se conectan al teléfono móvil para almacenar tus datos y mediciones en la nube. Sin embargo, si retrocedemos en el tiempo, todo comenzó con un simple tubo, un poco de vidrio… y sí, vino tinto.
Con información de National Geographic
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