La ceremonia se llevó a cabo muy cerca del Vaticano, en un muelle del Tiber, en Roma
En una barcaza amarrada a un muelle del Tíber, en Roma, un grupo de mujeres son “ordenadas” sacerdotisas y diáconas en una ceremonia clandestina a dos pasos del Vaticano, donde se celebra una cumbre sobre el futuro de la Iglesia católica.
“Llevan 2.000 años repitiendo el mismo mensaje: las mujeres son inferiores, subalternas, invisibles. Ya basta, hemos esperado ya mucho tiempo, así que lo hacemos ahora”, dice a AFP Loan Rocher, una francesa de 68 años.
La ceremonia celebrada en tres lenguas y en presencia de medio centenar de fieles de varios países, sigue la misma liturgia que una misa oficial.
Sin embargo, es ilegal para la Iglesia. Según el derecho canónico, las seis personas “ordenadas” –tres sacerdotisas y tres diáconas, dos de ellas transgénero–, y los participantes tendrían que ser excomulgados.
Para Bridget Mary Meehan, “obispa” estadounidense de la asociación que organiza el evento, esta sanción sería injustificada.
“Trabajamos duro para crear una Iglesia más inclusiva y acogedora, donde las personas LGTB, los divorciados o los que se volvieron a casar, todos sean bienvenidos”, dice esta septuagenaria.
Durante la ceremonia, las seis mujeres, vestidas de blanco y rojo, prometen “servir al pueblo de Dios” frente a un altar decorado con velas y coronas de flores.
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“Balde de agua fría” –
Las asociaciones feministas han intensificado en las últimas semanas sus iniciativas para reivindicar sus derechos y presionar al congreso mundial, conocido como Sínodo, que reúne a más de 300 religiosos y laicos en el Vaticano.
Estos grupos condenan la marginalización de las mujeres por un sistema que consideran patriarcal. A diferencia de los anglicanos o los protestantes, la Iglesia católica sigue oponiéndose firmemente a la ordenación de mujeres.
Una primera sesión del Sínodo, en octubre de 2023, había puesto sobre la mesa la posibilidad de abrir a las mujeres el diaconado, orden anterior al sacerdocio que permite celebrar bautismos, matrimonios y funerales.
Pero la idea fue descartada de los debates de esta nueva edición, que entregará sus propuestas al papa a finales de octubre.
El propio Francisco rechazó la idea con un tajante “no” en una entrevista en mayo con la cadena estadounidense CBS, para asombro de muchos.
“Fue como un balde de agua fría”, admite en París Adeline Fermanian, vicepresidenta del Comité de la Jupe (comité de la falda), una asociación francesa de unos 300 miembros que milita desde 2008 por una mayor paridad.
Según ella, esta respuesta “autoritaria” y el retiro del tema de las discusiones está “en total desfase” con el proceso de consulta de los fieles de todo el mundo que empezó en 2021 con el Sínodo, y en el que el lugar de las mujeres está “omnipresente”.
“La jerarquía tiene miedo” –
Desde su elección en 2013, el pontífice ha alabado en varias ocasiones los méritos de las mujeres. “¡La Iglesia es una mujer!”, declaró el jesuita argentino a finales de septiembre.
También nombró a mujeres en puestos de responsabilidad en el gobierno de la Santa Sede. Pero a su juicio, las mujeres tienen un rol propio, fuera de los ministerios religiosos.
Las asociaciones critican una visión misógina y retrógrada y piden que se trate a las mujeres de la misma manera que a los hombres.
“Alaban nuestras cualidades, hacen de las mujeres una especie de diosas, criaturas bellas, nos dicen: están al servicio, ésa es la mejor vocación. En realidad, es una estrategia de segregación y discriminación”, lamenta Adeline Fermanian.
Sesenta años después del Concilio Vaticano II, considerado como una gran adaptación de la Iglesia al mundo moderno, la institución se juega su supervivencia, según los activistas, en el contexto de los escándalos de pederastia que han estallado en varios países.
Pero aun así las mujeres no pierden la esperanza.
“Prefiero ser de las que avanzan que de las que se quejan o lloran”, dice Loan Rocher. “La jerarquía tiene miedo, pero no los fieles”, concluye Bridget Mary Meehan