“El coyote me entregó”: arriesgó su vida por el Darién para cumplir sus sueños
Beyker es un joven que decidió emprender un arriesgado viaje por la selva del Darién, para luchar por sus objetivos. Sin embargo, en el camino sorteó fuertes obstáculos para poder llegar a la meta
«Yo no le recomiendo a nadie que se venga por la selva del Darién. De verdad no lo hagan», relató Beyker a Impacto Venezuela, un mes y medio después de haber llegado a Estados Unidos, pero con los recuerdos vivos de los días más duros de su vida.
Perseguir sus sueños, crear su estudio musical, buscar estabilidad económica y seguir construyendo su vida al lado de su novia, fueron los principales motivos por el que este venezolano decidió adentrarse en la peligrosa selva del Darién.
Su novia llegó primero a Estados Unidos porque tenía visa, seis meses después le mandó el dinero a Beyker para que emprendiera la travesía desde Colombia, pasando por el tapón del Darién.
“Comencé a ver videos de cómo era el tapón del Darién. Al principio veía que se tardaban seis días caminando, esa es la forma de irse por Capurganá, pero había otra más corta”, contó.
Las dos maneras de pasar el Darién
Entrar en la selva del Darién es una travesía de días, que solo pueden pasar caminando. Sin embargo, Beyker buscó las formas de hacer ese camino un poco menos complicado y por eso descubrió que hay dos maneras de cruzar la selva del Darién (frontera entre Colombia y Panamá).
“Para irte por Capurganá debes salir desde Medellín, Capurganá es la costa. Pero hay otra manera que descubrí investigando”, dijo.
La otra forma, es agarrar una lancha desde Necoclí en Colombia, hasta Carreto, una de las playas fronterizas con Panamá, que está a la altura de la mitad de la selva. De caminar seis días, pasas a caminar tres.

Presupuesto para cruzar la selva
Beyker emprendió su viaje desde Venezuela, llegó a Barranquilla y luego a Medellín, donde tomó un autobús para viajar hasta Necoclí. Allí agarró la lancha para llegar a Carreto y finalmente emprender su viaje por el Darién.
“Pagué 50 dólares para viajar en lancha, allí íbamos cubanos, haitianos y solo cuatro venezolanos. El recorrido es de nueve horas en mar abierto. Llegamos a Carreto y pasamos la noche en una carpa, para luego, a las seis de la mañana, emprender nuestro viaje por la selva”, relató.
A las seis de la mañana, Beyker junto a un amigo, con una caja de pan, 10 latas de atún, agua, una bolsa de chupetas, caramelos, chocolates y sus botas, ya estaban preparados para continuar. Contrataron un guía que los iba a llevar a cruzar la selva, les cobró 50 dólares más. Se dividían en grupos de 10 personas, cada guía los llevaba por el tapón, pero lo que no sabían en ese momento, es que ese grupo, en algún momento, se iba a separar por las condiciones y dificultades que enfrentarían en la selva.
“Íbamos mi amigo y yo con una familia de ocho personas, incluidos dos niños pequeños. Fue horrible, los ayudamos todo lo que pudimos, pero en un momento tuvimos que decidir si quedarnos o continuar, decidimos continuar porque íbamos enfocados en llegar a nuestro destino”, comentó.
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La Llorona
Irse por Carreto los obligaba a cruzar la montaña La Llorona, una de las paradas más complicadas en la selva del Darién, por las dificultades para subirla.
El pantano, las piedras, la lluvia y los animales eran parte de las dificultades de este camino, que duraba aproximadamente cinco horas.
“Esa montaña para cruzarla son tres horas subiendo y dos horas bajando, yo logré subirla en dos horas y bajarla en una, porque íbamos rápido. Me ayudó mucho la fortaleza física y mental; sin embargo, ves demasiadas cosas difíciles, mucha gente cansada, deshidratada, sin comida, perdidos”, reveló Beyker.

Puedes morir en cualquier momento
Este joven insistió en la importancia de estar preparado, no solo con los artículos necesarios, sino también física y mentalmente, porque los riesgos de morir son constantes. “Te puede dar un paro respiratorio, puedes sufrir hipotermia, te puedes caer, te puede picar un animal. Los riesgos son muy altos de perder la vida en cualquier momento”.
Por eso insistió que no le recomienda a nadie irse por la selva del Darién, por el nivel de supervivencia que deben tener para poder salir airoso esos días, los cuales describe como los más difíciles. “Hay que tener mucha fortaleza, porque los niveles de hidratación son muy bajos, el agua se te acaba y solo te queda tomar agua de río”.
“Yo elegí irme por Carreto, porque por Capurganá, además que es más dinero, es más difícil y con mayor inseguridad, aunque no puedo confirmarlo, es por allí que hay mayores relatos de robos y violaciones. Afortunadamente, no vi a nadie muerto, pero el riesgo siempre está”, contó Beyker.
La lluvia: el mayor de los retos
En la selva llueve constantemente y eso hace más difícil el trayecto, los ríos crecen hasta cuatro veces su tamaño, la corriente es mucho más agresiva y es allí donde deben unirse para poder cruzar y no morir en el intento.
“Podemos cruzar nadando, pero la corriente te lleva, por eso lanzamos una cuerda para poder cruzar y así las madres puedan pasar con sus niños”, comentó.

Un mal paso y te mueres
Aunque todo momento era un reto, Beyker resalta que uno de los momentos más difíciles que le tocó fue cruzar uno de los ríos, que a los lados solamente tenía piedra. “Tienes que escalar las piedras, llegas a tierra y seguir escalando otra piedra, fue lo más difícil porque en un mal paso o una mala decisión en ese momento, te caías y te morías”.
Aunque ahora Beyker cuenta no tener estrés postraumático, si resalta que incidió en su mentalidad, sobre todo en valorar las cosas más sencillas y pequeñas de la vida. Creció el valor y amor por su familia y seres queridos y se dio cuenta de que lo que en algún momento consideró sus días grises no se compararon con los que pasó en el Darién.
Beyker entró a la selva un viernes en la mañana y salió un domingo en la mañana, aunque el viaje a Estados Unidos duró un mes, los días más grises los pasó en la selva del Darién y en Monterrey, cuando lo detuvo migración
“El coyote me entregó”
Luego de salir de la selva llegó a Panamá, donde pudo ingerir “comida de verdad”, más allá de pan y agua de río. Entre lanchas y autobuses llegó a Costa Rica, pasó por Nicaragua, Honduras y Guatemala. En este último destino la atención fue más complicada y la ayuda era completamente reducida.
“Allí me separé de mi amigo y cada uno continuó su camino. Le pagué a un coyote que me llevó hasta Monterrey en un autobús con 90 personas aproximadamente, nos detuvo migración y pasé 10 días en prisión, para mí el coyote me entregó, porque ellos normalmente te llevan en transporte privado, no así, ese no es el proceder de un coyote”.
Beyker, migrante venezolano
Sin embargo, al salir de allí, contrató a otro coyote que finalmente lo llevó en carros privados hasta la frontera con Estados Unidos, donde cruzó Río Bravo y pudo encontrarse con su novia.
En estos momentos se encuentra realizando todos los procesos legales para obtener el permiso de trabajo y cumplir sus sueños, que es crear un estudio y hacer música.
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