Indagando sobre el origen de la cancha de pelota vasca que había en el colegio, mi profesor de historia me contó que fue construida por los jesuitas vascos que habían logrado escapar de Francisco Largo Caballero, líder supremo del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el sanguinario genocida que creó el Terror Rojo, la época más oscura de violencia y salvajismo en toda la historia española.
Los comunistas asesinos del PSOE persiguieron al clero y a los españoles ricos. El profesor concluyó su explicación, diciéndome que el PSOE era una caterva de asesinos despiadados que habían querido imponer su dominio sobre la sociedad a sangre y fuego, igual a los militantes de otros partidos comunistas europeos como los Bolcheviques, el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NAZI) y el Partido Fascista Italiano, fundado por el marxista, Benito Mussolini.
Marx y Engels, usan en su obra las palabras “comunismo” y “socialismo” como sinónimos, entonces, los intelectuales comunistas de la Escuela de Fráncfort dieron la orden a los movimientos comunistas del mundo, de ponerse nombres diferentes para lograr desmarcarse del salvajismo y la barbarie mostrada por los comunistas en Rusia y en España.
Antonio Granmsci colaboró, también, para ocultar los intereses comunistas de dominio y control total sobre la población. La mala fama de asesinos, salvajes, trogloditas y cromañones debían hacerla desaparecer para siempre, no con hechos sino con palabras.
Los nazis y los fascistas siempre han sido comunistas. Regímenes totalitarios, que se vendieron como dictaduras del proletariado y terminaron siendo dictaduras sanguinarias que utilizaron el discurso marxista para engatusar al pueblo y como Patente de Corso para poder saquear, exterminar, esclavizar y perpetuar su dominio total sobre la sociedad.
Una dictadura, con o sin proletarios, con o sin militares, jamás puede ser considerada como de extrema derecha porque la extrema derecha se basa en la democracia, en el libre mercado, en el respeto por las libertades y los derechos humanos.
Asumí una actitud arrogante, lo acepto, cuando le oía a alguien decir que los NAZIS eran de extrema derecha. Sentía lástima por esa persona al considerar que había recibido una educación paupérrima y no me atrevía a corregirla porque sentía que, al hacerlo, ofendía su inteligencia.
Era imposible, para mi, que alguien pudiera tener un cerebro tan poco evolucionado como para creer que un partido Socialista Obrero, como el NAZI, era de extrema derecha. No quería, tampoco, caer en las discusiones inútiles y estériles para hacer entrar en razón a un comunista que, al final, no pensar, ni razonar o defender lo indefendible, es el fundamento de su vida.
Es patético ver a los agricultores tratando de explicarle a los comunistas que es necesario que los dejen cultivar. Es aberrante ver a una mujer explicarle a los comunistas que matar a sus hijos no es un derecho fundamental. Es ridículo corregir a un comunista para que no diga “todes”.
De la arrogancia pasé a la preocupación cuando una diplomática con el nivel intelectual de la señora embajadora de Alemania en Colombia, Marian Schuegraf, aseguró que el National Sozialistische Deutsche Arbeiter Partei (NSDAP) (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NAZI)), era de extrema derecha porque había asesinado a otros socialistas.
Si los comunistas asesinos se convirtieran en capitalistas de extrema derecha por asesinar a sus copartidarios, no existirían comunistas porque todos los partidos comunistas asesinos serían de extrema derecha.
Iósif Stalin mató a Leon Trotsky en México, pero la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), liderada por Stalin, jamás se convirtió en la extrema derecha. Mao, en su Revolución Cultural y sus purgas, eliminó a muchos comunistas de su mismo movimiento y la China Popular jamás ha dejado de ser una dictadura comunista. Fidel Castro asesinó a sus más cercanos generales comunistas cuando la DEA lo pilló siendo socio de Pablo Escobar, pero jamás dejó de ser un comunista radical.
En Colombia, Pablo Escobar exterminó a los comunistas del M-19 en Antioquia, pero jamás dejó de ser un fanático comunista que lo sorprendió la muerte, justo, cuando se iba a integrar a las filas del grupo terrorista comunista, el sanguinario, Ejercito de Liberación Nacional (ELN).
Dicen que la línea traqueta de las FARC, le exigió a Juan Manuel Santos que diera de baja a Guillermo León Sáenz Vargas, alias Alfonso Cano, cómo condición previa para firmar la paz. Las FARC, también, confesaron haber asesinado al dúo de comunistas psicópatas matarifes carniceros, Hernando Pizarro Leongómez y José Fedor Rey, alias Javier Delgado, autores de la Masacre de Tacueyó, la más abominable masacre en toda la historia de Colombia pero, ni las FARC, ni las sobrinas de Hernando, son de extrema derecha.
Gustavo Petro está obsesionado con ese tema, tratando de desmarcarse de su origen común con los NAZIS y con los Fascistas, aplicando el Principio de Transposición y los Principios de Simplificación y del Enemigo Único, incluidos por Joseph Goebbels en el decálogo de la propaganda NAZI.
Por eso, Gustavo Petro, siempre acusa de Fascistas y de NAZIS a todos sus opositores y a los opositores de los regímenes hermanos del suyo que conforman el Eje Bogotá, Brasilia, Buenos Aires, Caracas, La Habana, La Paz, Madrid, Managua, Santiago. Petro, diciéndoles así, los sataniza y los califica de enemigos de la sociedad.
Sin embargo, en su reciente paseo a Alemania, Gustavo Petro, se contuvo para no tratar de Nazis a los que no son comunistas y los tildó de “Neoliberales”. Petro sabe que, allá, es un delito banalizar el holocausto y podría terminar preso, como muy seguramente le va a ocurrir a unos políticos argentinos que trataron de Nazi a Javier Milei.
El marcado antisemitismo de los comunistas colombianos, ha sido una constante desde siempre. Por ejemplo, cuando los miembros del grupo terrorista ETA (hoy BILDÚ) eran los instructores de los ejércitos privados de los narcotraficantes, fueron recibidos y aceptados por sus socios, los comunistas del M19, FARC y ELN, en una relación estable y duradera, como lo demostró Gustavo Petro en su más reciente viaje a España.
Cuando Yair Klein llegó a Colombia, también contratado por los grandes cárteles del narcotráfico para desarrollar la misma labor de instructor que los terroristas de ETA, fue despreciado por los terroristas comunistas colombianos por culpa de su origen judío, lo que generó un enfrentamiento de los grupos terroristas comunistas contra los ejércitos entrenados por Klein, que utilizaban armas de origen israelí, que los terroristas bautizaron como “los paramilitares”.
El antisemitismo se extendió a las grandes ciudades colombianas y los terroristas del M19, las FARC y el ELN se dedicaron a exterminar a los miembros de la colonia judía, que llevó al exilio a todos los que se salvaron del plan macabro de exterminio promovido por el comunismo colombiano.
Gustavo Petro y el resto de comunistas colombianos, odian al presidente Álvaro Uribe porque su política de la Seguridad Democrática promovió el retorno a Colombia de los judíos que habían huido de la barbarie del M19 y del salvajismo fariano y eleno, por eso, no me sorprende que utilice el término “Blanquitos Ricos” para referirse a los judíos y lograr que el pueblo colombiano los estigmatice y los persiga para forzarlos a irse del país de nuevo.
Tampoco me sorprende que, en la actualidad, Gustavo Petro, quiera cerrar los medios de comunicación de propiedad de los judíos, aplicando otro elemento de la propaganda NAZI, el Principio de la Silenciación que consiste en acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen a la oposición, con la ayuda de medios de comunicación afines al régimen petrista.
Hitler se apoderó del sistema de salud alemán, con un régimen de control total del Estado Nazi sobre el presupuesto, por lo que desaparecieron los prestadores del servicio de salud privados y todos los planes de seguros médicos tenían que reportar, directamente, a Berlín.
Al poco tiempo, ese control absoluto del Estado sobre el sistema de salud alemán, le permitió a Hitler comenzar con el Programa T4, que ordenó a los médicos sacrificar a decenas de miles de pacientes, personas que no encajaban con su visión de la raza pura del Tercer Reich.
La obsesión de Néstor Osuna, Ministro de Justicia y de Alfonso Prada, ex Ministro del Interior, por despenalizar el incesto porque, según Osuna, no todo lo inmoral debe ser considerado como un delito, hace recordar que Hitler mantuvo relaciones incestuosas con su sobrina, Angela María Geli Raubal.
“El Estado colombiano es NAZI”, dijo el Jefe de Estado de Colombia, el presidente Gustavo Petro Urrego. Después de Adolf Hitler es, tal vez, el primer Jefe de Estado NAZI que admite públicamente su origen, su filiación y el perfil totalitario de su régimen. Es una declaración histórica.