viernes, diciembre 6, 2024

La violencia intrafamiliar aumenta en Venezuela

Durante los últimos dos o tres años, ha tomado mucho peso legal y profesional en los medios de difusión masiva, el tema de homicidios en perjuicio de mujeres. Tanto, que ahora tenemos una manera específica de calificar esos delitos al denominarlos con términos imprecisos, de si son femicidios o feminicidios.

El problema es mucho más grave de lo que aparenta ser. Las cifras serían abultadas si miles y miles de mujeres quienes se han mantenido hasta ahora calladas, se atrevieran a hablar de sus casos particulares que han mantenido bajo la sombra durante años.

A pesar de las cifras escandalosas que se conocieron recientemente acerca del número de infanticidios y “femicidios o feminicidios” en Táchira, la realidad en Barquisimeto, Valencia, Maracaibo, San Félix y Caracas por ser la capital, es más aterradora.


Pero, ¿por qué tanta violencia? La explicación está en razones sociales, culturales, costumbres tóxicas que se arrastran desde el seno de las familias, además de los detonantes como el alcohol, drogas, celos e inadecuada comunicación de las parejas, entre muchas otras.

Esta explicación se enmarca en el terreno de la violencia intrafamiliar. Si hablamos del otro escenario, el criminal, producto de la acción de los delincuentes, nos encontramos también con cifras alarmantes de mujeres asesinadas.

Para entender las posibles causas en este sentido , tendríamos primero que dejar de defender ciegamente a la mujer y reconocer que muchas han estado vigiladas junto con bandas delictivas en la comisión de delitos y otras miles deambulan en terrenos movedizos donde abundan alcohol, drogas, juegos ilícitos, incestos y otras prácticas novedosas en este nuevo milenio.

El tercer grupo de víctimas está representado por mujeres trabajadoras, auténticas madres de familia, muchas de ellas, cabezas de hogar dedicadas a tareas loables.


Y dónde quedan los hombres agredidos? Cuando ingresamos a este terreno las cifras se vuelven como los números: infinitos. Si resulta casi imposible determinar en el plano intrafamiliar, cuántas mujeres son víctimas violencia de pareja, el panorama se torna más oscuro si tratamos de establecer las cifras de hombres, también agredidos, pero temerosa mente callados por las posibles reacciones de burlas en su contra, sobre todo en un país tan supremamente machista como Venezuela.

Y esas agresiones no conocen estatus o rangos sociales, ni culturales. Son comunes en parejas de la llamada “alta sociedad”, clase media”, “clase baja”, “clase libertina” o clase conservadora.


En definitiva, la columna vertebral de este mal generalizado es la violencia que ha venido arropando a muchas sociedades del mundo actual.


¿Mensaje final? Hay que denunciar. Hombre o mujer. Hay que dialogar, hay que presentar disculpas acompañadas de una promesa de no reincidencia. Si un integrante de la pareja reincide, el otro debería buscar nuevos rumbos.

Cuando ese tipo de agresiones se instalan en el seno de una pareja, esa pareja está en los prolegómenos de una separación inevitable.


¿Otro mensaje final? Recordarle a los hombres que a las mujeres “ni con el pétalo de una rosa”. Aunque del otro lado lancen torpedos y solo haya legislación notablemente inclinada a favorecer a la mujer.

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