domingo, noviembre 10, 2024
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LAS NOVELAS DE MARIELA
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Mariela Romero era una mujer brillante. Así de sencillo. Dicho en una sola palabra. Ese término encierra todo ese caudal de atributos que la distinguieron en sus facetas de hija, hermana, madre, actriz, escritora, amiga y ciudadana. El curso de la vida me permitió conocerla, tratarla y trabar con ella una relación entrañable. Primero, porque su madre fue como también la mía. Rosalía Romero llego a convertirse en nuestra alma protectora en diferentes circunstancias que juntas vivimos. Éramos ¡hasta vecinas! en Santa Rosa de Lima.

En segundo lugar, Mariela se involucró en el trabajo social que emprendimos junto a su madre Rosalía, en los tiempos en que Antonio Ledezma ocupaba la Alcaldía del Municipio Libertador. Cada vez que hacíamos operativos de contactos con los llamados niños en situación de calle, o en el cumplimento de los programas relacionados con la protección y rescate de ciudadanos en situación de indigentes, allí aparecía Mariela, siempre dispuesta a darnos una mano, labor que hacía con un alto sentido de responsabilidad, con evidente pasión e innegable sensibilidad social.

Tal cual, como su madre, era expresiva, autentica, versátil y con una alegría de vivir y un entusiasmo de servir a todo trance. No les regateaba tiempo a esas actividades que según comentaba, con esa espontaneidad que le venían de los genes de Rosalía, “eran parte de una novela que no se escribe, sino que se vive en tiempo real”.

Para orgullo de los venezolanos, esa muchachita, que comenzó a dar sus primeros pasos en los pasillos del Ateneo de Caracas, buscando desempeñar un papel como actriz, terminó siendo una destacada joven dramaturga, escritora de decenas de textos y personajes que interpretaban y representaban, destacadas figuras del cine y de la televisión en Venezuela y en otras latitudes, en las que se impuso y se hacía sentir por su sobrado talento y virtuosismo a la hora de imaginar esas obras que le granjearon fama e infinidad de premios e innumerables alegrías.  

Su estilo era inconfundible por la temática abordada en sus dramas y la manera como iba desencadenando cada capítulo desde el principio hasta el desenlace definitivo. En esas obras escritas, de alguna manera, reflejaba acontecimientos que captaba en cada vivencia que sabia aprovechar para hilvanar párrafos que se concatenaban en esas novelas que atrapaban a la audiencia, desde La Hija del Jardinero hasta Belinda, dos de sus últimas producciones para la televisión mexicana.

Seguramente seguiremos viendo sus novelas en las diferentes redes comunicacionales, pero sobremanera, la continuaremos sintiendo presente en nuestras vidas por todo el cariño que supo sembrar y cultivar en quienes la conocimos, tratamos y supimos quererla y valorarla como el ser humano maravilloso que fue.

¡PAZ A SUS RESTOS!

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