domingo, diciembre 8, 2024
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LAS SANCIONES QUE NADA IMPORTAN
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La impactante crisis que experimenta Venezuela, es noticia diaria en muchos países del mundo, desde donde se hacen análisis para tratar de dar con las verdaderas razones de tal catástrofe, partiendo del conocimiento que se tiene, de que se trata de un país privilegiado por la naturaleza, dado los inmensos recursos de ese orden que posee.

Ante tal descarrilamiento los voceros del régimen que jefatura Nicolás Maduro, tratan de justificar el hundimiento de la economía, el empobrecimiento de millones de ciudadanos, el deterioro de todos los servicios públicos, el envilecimiento de los salarios, la insoportable inflación y el menguado poder adquisitivo de la moneda nacional,   aduciendo que, “son las sanciones impuestas por la Unión Europea y el imperio de los Estados Unidos de Norteamérica”, las causas de semejante calamidad.

La verdad que se pretende desvirtuar, es que cada uno de esos desequilibrios tiene su respectivo epicentro en los desatinados planes gubernamentales, en la incapacidad de muchos de los funcionarios designados para ocupar cargos públicos,  en el despilfarro de los dineros administrados, en la despampanante corrupción que ha caracterizado a este régimen a lo largo de estos 25 años, en la falta de rendición de cuentas, en la inexistente transparencia y en la irresponsable e injustificada deuda externa asumida por la nación.

Es por eso y solo por esas razones que ahora somos un país con petróleo pero no petrolero, si nos atenemos a los menguados niveles de producción de barriles diarios. Venezuela era propietaria de 22 refinerías, sumando las que operaban en el exterior, más las seis en territorio nacional que ya no destilan combustible, de allí que se da la paradoja que en el país con inmensas reservas de petróleo, la gente tiene que someterse al calvario de ser parte de infinitas colas para tratar de abastecerse de gasolina. En el país con cuantiosísimas reservas de gas, las familias luchan para ver como adquirieren una bombonita de gas doméstico para cocinar. En el país en donde en los tiempos de la democracia se construyeron 25 sistemas de acueductos y 20 plantas de tratamiento del agua cruda para potabilizarla, un país en el que cada pueblo o ciudad tiene sus ríos, embalses, lagunas o lago, ocurre la insólita interrupción del servicio de agua potable que castiga de sed a sus pobladores. En el país que puede mostrar una capacidad instalada de más de 36 mil megavatios para generar electricidad, en regiones que cuentan con sistemas hidroeléctricos o plantas termoeléctricas, se dan diariamente los hostiles apagones que mantienen a oscuras a casi la totalidad de los estados venezolanos. ¡Qué barbaridad!

Lo cierto es que fue en momentos en que no se hablaba para nada de sanciones, cuando comenzó en Venezuela la crisis eléctrica, y tal dificultad se da en medio de una danza de miles de millones de dólares que, entre Hugo Chávez y Maduro, destinaron para supuestamente resolver las deficiencias de ese sector. Se anunciaba la reparación de las turbinas incorporadas a los embalses del Guri, Macagua y Caruachi, así como la culminación de la represa de Tocoma, pues bien, la verdad es que se rasparon esas fortunas y la crisis se agravó. Lo mismo sucedió con los miles de millones de dólares asignados a proyectos de salud, construcción de acueductos, autopistas, puentes, ferrocarriles e instalación de termoeléctricas, esas obras prometidas no se cumplieron o se dejaron defectuosas o a medias, pero sí se beneficiaron a los contratistas con ese caudal de petrodólares.

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