Un silencio que perturba fue lo que quedó de la casa de Oscar Pérez y sus compañeros. Se rindieron, pero no los escucharon, una masacre ejecutada por las fuerzas policiales de este país
Cuatro años se cumplen de aquel imborrable recuerdo, una ejecución que conmocionó la opinión pública, una masacre sin treguas se había registrado en el kilómetro 16 de EL Junquito.
Lo que comenzó como un supuesto operativo para capturar a Pérez y su grupo, terminó siendo una ejecución extrajudicial transmitida en vivo por las redes sociales.
Hoy los venezolanos recuerdan aquella masacre donde fueron más de 300 funcionarios contra 7 venezolanos que se rindieron y jamás les perdonaron la vida.
El inicio de un posible 360
Todo comenzó en junio de 2017, cuando Oscar Pérez un joven venezolano, tomó un helicóptero del CICPC. Comenzó a sobrevolar el centro de Caracas y en su ventana tenía una tela que decía 350 libertad, llamando la atención de los capitalinos.
Desde el helicóptero lanzó granadas de aturdimiento sobre la Corte Suprema y el Ministerio del Interior. A las horas, publicó un video rodeado de hombres armados y encapuchados, ellos se atribuyeron las acciones de aquel día, pidió la renuncia del gobierno y el apoyo del pueblo.
Muchos lo cuestionaron pues su veracidad se puso en juego cuando decía quién era y que además venía formado de un cuerpo policial como el CICPC.
Al pasar los meses más grupos de resistencia se agregaban a su llamado, las protestas de calle estaban activas y su presencia era mayor, y más videos llamando a la rebelión sin violencia.
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Sin embargo, se mantenía el hermetismo de sí confiar o no en este venezolano.
A las 4 de la mañana de un 15 de enero de 2018, en este kilómetro 16 de El Junquito, al menos 300 integrantes de los cuerpos de seguridad nacional militarizaron las adyacencias de una quinta de la urbanización El Araguaney.
Allí se encontraba Oscar Pérez junto a sus compañeros de lucha, ellos fueron rodeados en el chalet donde estaban viviendo, lo que generó tensión entre los habitantes de la zona.
Habían activado la Operación Gedeón que tenía como objetivo liquidar al grupo liderado por Óscar Pérez, calificado como terrorista por el gobierno.
Un video publicado en redes sociales por Pérez, confirmaba no solo que se encontraba rodeado sino también que hablaba por una ventana con un funcionario al que se refirió como mayor, tratando de arreglar una rendición y el respeto a la vida de quienes estaban en ese lugar.
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Mientras la prensa intentaba registrar aquella inexplicable operación y la magnitud de funcionarios armados para tan solo 7 ciudadanos venezolanos, Oscar comenzaba a mostrar que, aunque que se había entregado no cesaba de las ráfagas de disparos.
Rostros ensangrentados
Los minutos pasaban y el tiempo se agotaba, eran cientos de armas contra 7 personas que ya estaban heridas, se estaba registrando una masacre jamás vista.
La opinión pública se estremecía, los ojos del mundo puestos en Venezuela, pues estaba ocurriendo algo que jamás nadie se esperaba.
Subían y bajaban las ambulancias, órdenes de mando inexplicables pues en lugar hasta cuerpos irregulares armados estaban dentro de esta operación.
En horas de la tarde llegó ese silencio que perturba, el silencio que ya había un cese al fuego y una ejecución había culminado.
El silencio y la realidad
En horas más tarde Néstor Reverol, ministro de Interior Justicia y Paz para el momento, reveló que Pérez y otros seis miembros de su movimiento fueron eliminados y otros ocho integrantes detenidos.
Después de ese pronunciamiento por Reverol, Venezuela pudo evidenciar que tras los videos publicados por Oscar Pérez y sus seis compañeros riéndose, lo ocurrido en El Junquito fue una masacre, una ejecución o decían entre voces muchos de los oficiales en el lugar: “es una orden de arriba”.
Entre las personas ejecutadas estaban los aliados de Pérez: Daniel Enrique Soto Torres, Abraham Israel Agostini Agostini, José Alejandro Díaz Pimentel, Jairo Lugo Ramos, Abraham Lugo Ramos, Lisbeth Ramírez Mantilla.
También murieron dos efectivos de la Policía Nacional Bolivariana y el líder del “colectivo Tres Raíces”, Heiker Vásquez.
Continuaba el dolor
Esta tragedia no le bastó a la familia de las víctimas, para la entrega de sus cuerpos fue un calvario, debido a que los familiares de Pérez no pudieron ver el cuerpo; solo lo hicieron cuando fue ingresado a la morgue de Bello Monte para su identificación.
Algunas fuentes en el momento indicaban que las autoridades pretendían cremar su cuerpo sin consentimiento de sus familiares, incluso enterrarlo en el punto más alto del Cementerio del Este sin que sus allegados se enteraran, al igual que a Pimentel y a Agostini.
No fue sino hasta el 21 de enero que Pérez fue sepultado, seis días después, en presencia de su tía y su prima.
Después de 4 años, todavía hay siete familias sin justicia; siete familias quienes le arrebataron a sus seres queridos, venezolanos que fueron ejecutados sin piedad.