lunes, diciembre 2, 2024

YULIMAR ROJAS SE CONFIESA en VOGUE: la campeona venezolana cuenta lo que le ha costado llegar a la cima

“He crecido mucho. Aprendí cosas fundamentales: a valorar el día a día, a no perderme y a creer en mí. Aprendí a luchar por mis creencias y no soltarlas nunca”

La revista Vogue-México entrevistó a la campeona mundial del salto triple, la venezolana Yulimar Rojas, quien hace un recorrido por su vida, desde que era pequeña, hasta llegar a donde se encuentra actualmente. A continuación reproducimos la entrevista completa.

Salta, se mueve, aplaude con los brazos en alto tres veces, mide la pista, habla con el público, da un paso adelante, otro para atrás, vuelve a decir unas palabras, arenga al público… Yulimar habla fuerte, invoca a Dios, pero sobre todo se invoca a sí misma.

Invoca a la muchachita humilde de un barrio llamado Pozuelos, la larguirucha de la que se burlaban los niños. La negra, la fea, la del pie grande, la de pelo malo.

¿Quién es Yulimar Rojas? ¿Quién es la hija de Yuletzy Ramírez? ¿Cómo piensa la mujer de 28 años que tiene dos padres, uno que le dio la vida y otro que la alimentó con pescado, con frutas y la llevó por primera vez al Complejo Polideportivo Simón Bolívar en la ciudad al oriente de Venezuela? ¿Qué quiere de la vida esa flaca que pone música a todo volumen cuando entrena y baila cada vez que bate un récord? ¿Qué piensa antes de saltar aquella muchachita que, aunque veía el mar desde la ventana de su humilde casa en Puerto La Cruz, nunca aprendió a nadar? En volar.

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Yulimar Rojas, quien es la atleta venezolana


“¿Qué pienso cuando salto? O más bien, cuando vuelo, porque es volar. Para mí se trata de ser yo misma. De liberar tensiones. Cuando salto no pienso en nada.

Solo digo: ‘Voy para allá’. ‘Voy a saltar’. Me concentro en cómo ejecutar el salto, en cómo usar la técnica a mi favor, en cómo correr. En fluir. Cuando estoy en el aire, lo único que pienso es en caer más lejos. En ese segundo que estás en el aire, flotando, dices: ‘Voy bien, voy bien’… Aguanta, aguanta, aguanta, haaaaasta que llegas a la arena. Es todo muy rápido. No piensas en nada más que el salto”.

Si el salto fuera vertical, Yulimar podría superar un edificio de cuatro o cinco pisos.

Su meta en las Olimpiadas de París 2024 era batir su propio récord y alcanzar una distancia de salto de 16 metros. No lo hará. En abril de este año anunció vía redes sociales que, debido a una lesión que sufrió durante unos entrenamientos en el Talón de Aquiles izquierdo, no podría participar en los Juegos Olímpicos de París 2024.

“Mi corazón está roto, también quiero disculparme por no poder representarlos en París”.

El silencio en el que esta lesión mete la carrera de Rojas es solo superado por dos cosas: su anhelo de recuperarse (que va a tomar mínimo un año) y el vacío que deja en los JJ. OO. una de las atletas latinoamericanas más vistosas y reverenciadas de los últimos años.

¿Cómo se convirtió Yulimar Rojas en La Reina del atletismo con cuatro títulos mundiales en triple salto?

En su vida todo puede leerse como el salto de una niña tímida y miedosa. El de una muchacha que vivía bajo un techo con goteras, temerosa de que la lluvia arrasara su casa, a una mujer que, gracias a sus medallas, logró un nuevo hogar para su familia.

El trayecto ha sido duro, sí. Pero la dureza no vino dada por la pobreza en la que creció. El trauma, el dolor, el miedo vino de afuera, de los otros.

Sufrí mucho bullying


“De pequeña sufrí mucho bullying. Ese fue un hecho que me persiguió toda mi adolescencia. Me decían muchas cosas. Los sobrenombres me mataban, me dejaban impotente. Me llamaban garza, jirafa, negra. Se metían mucho con mi color de piel. Como tenía el pelo ‘malo’ (afro), siempre me peinaba con un chonguito que se despeinaba y me decían negra fea.

Yo pensaba: ‘Si se meten conmigo es porque soy distinta. En algún momento todas esas personas que se burlan de mí, van a conocer a la verdadera Yulimar’. Todo eso me afectó. Me creó un trauma que sólo pude superar gracias al deporte.

El trauma que sentía hizo que no pudiera caminar en lugares donde había mucha gente para que no me vieran, para no pensar que veían o que se metían conmigo. Al final agradezco a esas personas por hacerme más fuerte. Me volvieron una mujer con temple, guerrera, luchadora, capaz de sobreponerse a esos comentarios que por años la persiguieron”.

En un lugar tan difícil como la Venezuela actual, su historia es un relato poderoso, porque plantea que la felicidad y el éxito son posibles incluso en las condiciones más adversas. “Siempre supe que era diferente. Que estaba llamada para hacer grandes hazañas para que muchos pudieran ver reflejada su historia en la mía”.


Fue su hermana, Yerilda, quien al día siguiente de romper el récord mundial de triple salto en 2020 en Madrid, le regaló una corona inflable.

“Eres nuestra princesa”, le dijo. Y ella se paseó bailando por las calles de la ciudad española de Guadalajara, donde entrena, al son que le gusta.

Partió de Venezuela en 2015. Entonces ya había ganado todas las competencias de su país y de Sudamérica.

Para desarrollar todo su potencial tuvo que tomar una decisión difícil: dejar atrás su vida. Por Instagram contactó al entrenador cubano y excampeón mundial, Iván Pedrozo, para su sorpresa, la conocía y aceptó trabajar con ella.

Así comenzó el largo viaje que la convirtió en Campeona Mundial pero, sobre todo, en sí misma.

“Me fui de mi país cuando estaba cumpliendo 20 años. Le huía a la idea de partir. Postergué varias veces el viaje. Fue una decisión muy difícil. Pero, me llené de valor y aposté al futuro. Siempre pensé que tenía una misión, o tengo una misión porque ese reto sigue en pie. Dentro de mí guardo Pozuelo, mi familia, mi mamá que nunca me ha dejado, mi infancia, mis primeros pasos, ese rinconcito de Puerto la Cruz que amo tanto y cada vez que voy a Venezuela trato de rencontrarme con eso”. Pozuelo es la cuna de Yulimar Rojas, “es el eje de mis comienzos, es seguir adelante, es donde me identifico ahora mismo y es lo que más me ha motivado a seguir adelante”.

La pregunta se abre: ¿Qué llevas en la maleta cuando compites? “Además de la ropa y los sueños. Un peluche que me acompaña a todas partes”, dice la embajadora de Omega.

Conocemos a Yulimar por su nacionalidad, sus medallas y sus logros, pero ¿qué ha pasado dentro de ella desde que salió de Venezuela y comenzó su camino?

“He crecido mucho. Aprendí cosas fundamentales: a valorar el día a día, a no perderme y a creer en mí. Aprendí a luchar por mis creencias y no soltarlas nunca.

Siento que he ayudado a muchas personas a ver el camino más fácil. A que algunos puedan ver la luz, aunque crean que no lo pueden lograr. En 2018 quería un cambio en mi vida. Nunca me ha gustado peinarme. Mi mamá siempre peleaba conmigo de pequeña y me decía: ‘Péinate que te van a salir gusanos en ese pelo’. Pensé: quiero saber cómo me veo con el cabello corto. He superado mis miedos. Antes no creía en mí: no me gustaba cómo me veía. Aprendí a quererme, aprendí a valorar lo que Dios me había dado, ¿sabes? Aprendí a verme, aprendí a que me gustara cómo me veía en las pantallas, aprendí a hablar, a soltarme con las cámaras porque yo era muy tímida”.


Yulimar Rojas siempre ha sido muy clara sobre sus preferencias sexuales y su derecho a vivirlas con total libertad: “He tratado de dejar ver quién soy con total naturalidad. Para mí es importante que niños y jóvenes que tienen una preferencia sexual distinta sepan que no deben ser señalados. Todos tenemos derecho a amar con total libertad y con total tranquilidad. Aunque el mundo va lento, bastante lento, ha habido muchos avances para que muchos nos demos cuenta de que vinimos a este mundo para ser felices. A vivir la vida sin sentir temor de demostrar lo que sientes por una persona del sexo que sea. Yo me siento orgullosa de eso”.

Ahora miramos a esta gran atleta desde otro momento: uno en donde quisiera llevar zapatos de tacón alto: “Yo nunca he sido de usar sandalias ni zapatos de vestir porque siempre he sido alta y siempre andaba descalza. Mi mamá me decía: ‘te van a crecer los pies’. “Como era alta siempre se hacía difícil conseguir zapatos para mí. Y el 31 de diciembre, cuando mi mamá compraba ropa para vestir nunca encontraba nada para mí. Si me ponía un vestido siempre tenía que usar tenis. Y en esa época no era normal llevar tenis con vestido. Una vez tenía que usar tacones sí o sí. Como mi mamá es gordita tenía todas las tiendas de tallas grandes fichadas y estuvimos allí dos horas hasta que encontramos unas sandalias plateadas talla 44 que uso todavía. Esos fueron mis primeros tacones y me hicieron sentir tan diva, tan diferente, tan empoderada”.


Esa sensación de seguridad que le dieron esas sandalias plateadas con las que ha ido a recoger no pocos premios, quiso hacerla extensiva a 15 atletas venezolanos ganadores de una beca de seis mil dólares cada una para asistir a los Juegos Olímpicos.

Hay muchas formas de estar y Yulimar, mientras tanto sigue enfocada en su recuperación, lo hará en los JJ. OO. a través de otros.

Mientras tanto, recordamos las palabras que nos dijo meses atrás sobre el miedo: “A veces sentimos miedo, pensamos que si fallamos no vamos a ser los mismos. Tenemos miedo a no dar lo mejor de ti. Miedo de sentirme oprimida por el que dirán si no lo hago bien. Son muchos factores que influyen. Pero, cuando logras estar en paz contigo mismo, cuando logras disfrutar de lo que haces, eres capaz de agradecer que cada día es una oportunidad más para dar lo mejor de ti. Eso es importante y sobre todo querer con el corazón lo que haces”.

Good save a La Reina (y a su talón de Aquiles).

Con información de Vogue

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