“Nos estamos jugando la supervivencia democrática enfrentando a la principal industria criminal, en la que el narcotráfico es una de las modalidades en pleno desarrollo”, así lo aseguró la exministra de Gobierno de Ecuador, María paula Romo, en el transcurso del debate promovido por el Observatorio Geopolítico de América Latina (OGAL) que me corresponde dirigir. Ciertamente, lo que se viene constatando en estos últimos años, es el cada día más creciente manojo de mecanismos delincuenciales, que van desde los ciberdelitos, la extorción, la legitimación o blanqueo de capitales, el tráfico ilegal de minerales, de armas, la trata de blancas o de personas, el contrabando y la falsificación.
La advertencia realizada en ese debate por María Paula Romo, es digna de tomar en cuenta, especialmente cuando pudo evidenciar en su exposición que “todas esas operaciones se están dando en un contexto en el que el escenario lo representa un cuadro de Estados debilitados que dan pie al auge de estos grupos mafiosos”. La exministra ecuatoriana le da relieve al impacto de la situación de Venezuela, asegurando que es desde el territorio controlado por la dictadura de Maduro “desde donde se activan planes que terminan haciendo muy frágil a nuestro continente”. María Paula Romo se apoya en el deslave de seres humanos y en las consecuencias que arrastra consigo esa millonaria diáspora que tiene su punto de partida en territorio venezolano. Otra gran verdad puesta en el aire por María Paula Romo es que “mientras haya menor riesgo para las mafias, mayor será el incentivo para realizar o expandir sus operaciones, hay que combatir la impunidad con Estados más efectivos que sean capaces de decomisar dinero mal habido y congelar cuentas de las bandas hamponiles”.
Sería una tozudes pretender ocultar que el panorama se torna cada día más peligroso y para mejor prueba está la reciente situación de Ecuador, país en el que operan los cárteles mexicanos de Sinaloa, relacionada con la banda ecuatoriana “Los Choneros” y Jalisco Nueva Generación, que se vale de las bandas locales conocidas como “Los Lagartos” y “Los Lobos”, así como con la mafia de los Balcanes que se mueve en Guayaquil.
Lo que se constata en Esmeraldas, provincia ubicada en la frontera norte del Ecuador, permite tener una medida exacta del tamaño de la penetración del narcotráfico en ese país. Esmeralda es el lugar de operaciones de grupos narcotraficantes y guerrilleros, es la puerta de entrada de cocaína desde los laboratorios clandestinos de Colombia hacia los puertos de instalados en Ecuador. Según los datos de la Policía, Esmeraldas tiene “una tasa de 63,03 muertes por cada 100,000 habitantes; manifestando problemas como la desigualdad social con niveles elevados de pobreza, lo que se agrava debido a su ubicación geográfica, la cual tiene frontera terrestre y marítima con los enclaves productivos de Nariño y Putumayo que concentran el 62% de la producción de coca de Colombia”. Incorporo a este análisis la versión tribuida al presidente Gustavo Petro para quien “la mayor zona cocalera no se ubica en Tumaco en el pacífico nariñense, ni en el Catatumbo. La nueva zona de mayor producción de cocaína del mundo se ubica en una franja de 10 kilómetros a lo largo de la frontera colombo ecuatoriana, del lado colombiano. Desde esta zona alejada del mar se trazan las nuevas rutas por los ríos y van hacia el sur. Hacia Brasil para llenar el mercado brasileño, para pasar al África y de allí a Europa. De Ecuador a Perú para pasar al Asia oriental, a Japón y Australia”, confeso el actual Presidente de Colombia.
Esas conclusiones atribuidas al presidente Petro me llevan a recordar la “Operación Fénix” o “bombardeo de Angostura”, el ataque de fuerzas de Colombia en la zona de Angostura, cerca de Santa Rosa de Manamaru, provincia de Sucumbíos, ejecutada el 1 de Marzo de 2008. Ese ataque militar eliminó a 22 guerrilleros de las FARC, incluyendo a alias Raúl Reyes, que operaban desde territorio del Ecuador.
Otro de los panelistas que ofreció sus puntos de vista en el debate organizado por el Observatorio Geopolítico de América latina (OGAL), fue el exvicepresidente de Colombia, Francisco Santos, para quien “la mexicanización del narcotráfico amenaza con tragarse el continente”. El exembajador colombiano en los EEUU estima que “el uso de la violencia, el creciente control de territorios, cuando es evidente que en una tercera parte de la geografía mexicana se hace sentir la supremacía de las mafias de la droga, mandando con toda impunidad, tragedia que está permeando el hemisferio y vean como en Ecuador sucede lo que comenzó hace décadas en Medellín, cuyos niveles de violencia están siendo igualados en la ciudad de Guayaquil”.
Para Francisco Santos “está demostrado que el apaciguamiento no funciona, que los falsos diálogos no dejan nada bueno, como se ha comprobado con los resultados de los acuerdos suscritos por el expresidente Juan Manuel Santos con la FARC en La Habana, ahora lo que tenemos es un resurgimiento del narcotráfico, con un crecimiento espantoso de sembradíos de coca apoyándose en la etapa de la pandemia del COVID19”. Una importante recomendación del conferencista Francisco Santos es “retomar estudios serios del fenómeno en América Latina y consolidar un frente común en nuestra área, precisar cuál es el rol que debe cumplir EEUU, fortalecer las instituciones, enfrentar el lavado de capitales y comenzar a utilizar de forma sistemática la inteligencia artificial, los drones, las imágenes satelitales y todo el arsenal tecnológico que es posible colocar al servicio de la lucha contra el narcotráfico”. Para Francisco Santos “es una amenaza seria la idea de instalar en Colombia y Venezuela centros de producción del Fentanilo, esa droga sintética tan letal, que está matando miles de seres humanos en el mundo”.
Por su parte el experto en seguridad, Alberto Ray, destacó que “el cártel de Los Soles, de factura venezolana, le abrió la autopista al narcotráfico con vista hacia diferentes continentes, facilitando el tránsito por varias rutas de las redes transnacionales que van desde el Pacifico hasta el Atlántico”. Para Alberto Ray “la economía ilegal pone en peligro el destino de la economía mundial en la medida en que se va “legalizando” la actividad criminal”. Ray recalcó en su exposición “el lamentable hecho de que el 61% del territorio venezolano esté controlado por grupos irregulares y todo eso ocurre porque la impunidad es el bono que los Estados entregan a las mafias”.
Después de escuchar todos esos diagnósticos apoyados en informes e investigaciones muy serias, quiero agregar otro elemento representado en el poder de fuego implícito en el ejercito irregular con que cuentan grupos identificados como el Clan del Golfo, el ELN, la FARC, la Segunda Marquetalia, etc., que suman más de 19 efectivos armados que continúan cometiendo fechorías entre Venezuela y Colombia, mientras que las mafias avanzan hacia el control de la Triple Frontera en Perú, ganan territorio en Argentina, Chile y Brasil con la amenazante presencia de cárteles como La Calabresa, la Camorra Napolitana, la mafia de Vermelho, el Tren de Aragua, entre otras, más la presencia del narco en provincias argentinas como Rosario, Formosa, Corriente, Mendoza y Santiago del Estero
Hay razones de peso para preocuparnos por la expansión del narcotráfico por todo el mundo, especialmente en nuestro Hemisferio. Basta ver como avanza hacia el ecuador que, no cultiva hoja de coca, pero es un territorio manipulado por los cárteles para realizar sus operaciones hacia Europa y EEUU.