miércoles, mayo 1, 2024

Qué debe pasar para que Venezuela sea la que fue

Franklin Delgado
Franklin Delgado
Periodista digital

No todo pasado fue mejor, pero ante lo que tenemos muchos ansían no haber vivido esta pesadilla

No es reivindicar el trillado lema de que todo pasado fue mejor, tampoco la añoranza de una Venezuela de antaño, pareceríamos retrógrados de hacerlo, es atender un clamor nacional de que hemos llegado al subsuelo de la supervivencia y presentar las causas, porque la memoria es corta y en apenas algo más de 20 años hemos perdido valores fundamentales que nos hicieron como país.

No es echarle solo la culpa al chavismo-madurismo de la situación actual, porque la que mientan “cuarta república” igual lo hizo mal y es el germen de lo que tenemos en el presente, sino excavar en las catatumbas del venezolanismo para que nos veamos con sinceridad. En este sentido, nada mejor que puntualizar los errores para no volver a tropezar con la misma piedra y caer, y si ya estamos en el suelo, levantarnos. Recordemos eventos particulares para comprenderlo

Polarización política

La polarización política siempre ha estado presente en la historia de Venezuela, desde la misma Guerra Federal (1859-1863) con los liberales y conservadores, pero llegó a su culmen con el advenimiento del chavismo en 1999.

Con la promesa de “freír las cabezas de los adecos en aceite” el después presidente Higo Chávez Frías inició su lenguaje destructivo y de resentimiento que caló en el venezolano apartado de los centros de poder, que continuó luego al decirle “plasta” en público a muchos periodistas críticos a su gestión, ya por el año 2001.

Así, mediante la confrontación de clases sociales en Venezuela, fue sembrando un lenguaje de odio que hizo enemigos hasta hermanos entre sí y que a la postre también caló en sus adversarios, que propusieron, sacaron a Chávez por horas del poder y propusieron la “la salida” en 2014, punto de partida de las “guarimbas” y todo el escenario de polarización que tenemos hasta estos días.

Archivo / Foto: EFE

El reto es que, aunque exista rivalidad, volvamos a convivir como venezolanos, que trascienda a discursos en el marco de negociaciones en islas del Caribe.

Libertad cambiaria

Por lo remoto, pocos recordarán que antes del 2003 teníamos libertad cambiaria, cuando podíamos ir a cualquier casa de cambio en el país y transar nuestra moneda nacional por cualquier divisa y que el bolívar era reconocido mundialmente.

Con la excusa de que estaban saqueando las reservas internacionales de las arcas del Banco Central de Venezuela, se estableció un control cambiario que impera todavía 20 años después.

Solo sirvió para que funcionarios y empresarios privilegiados sí saquearan las arcas del BCV y la “astucia” del “vivo criollo” raspara su tarjeta de crédito y a través de Cadivi viajara y se quedara con unos dolaritos (de paso creyéndolo muy legítimo), reeditando los tiempos de Recadi en la “cuarta república”.

Reservas internacionales que sí crecieron en algún momento a montos récord, pero que al final solo fueron a parar a manos de altos funcionarios del chavismo que hoy están tras las rejas (sin devolver nada) o fugitivos (pero disfrutando de esos haberes a manos llenas hasta en principados).

Pero lo importante aquí es recordar que alguna vez tuvimos un “bolívar fuerte” accesible para todos, sin restricción de divisas y sin estar pendiente de un monedero Patria y de un invento como el petro, que ni sus propios creadores quieren reconocer como hijo.

Empleo y salarios dignos

A pesar de promesas como el empleo joven y otra serie de programas, hoy somos una caricatura de lo que alguna vez fuimos y el hazmerreír de Latinoamérica y el mundo.

Con un salario mínimo de algo más de tres dólares mensuales no puede vivir nadie, y los bonos complementarios parecen más una burla que una solución.

Los que tanto criticaron que el Gobierno de Rafael Caldera haya acabado con las prestaciones sociales del venezolano, hoy han hecho olvidar hasta beneficios del trabajador como las vacaciones y aguinaldos, eso no porque no lo ansíen, sino porque ya no alcanzan para nada.

Motivo, entre otros, que ha hecho que los venezolanos seamos “ciudadanos del mundo” por nuestra diáspora, pero no por eso bien recibidos ni salvo de vejámenes, al exceso que seamos tratados más como escorias que como humanos.

Todo gracias a programas mal concebidos y una falta de seguridad jurídica sin igual, que ni con la creación de Zonas Económicas Especiales o inversiones de risos y chinos lograremos superar incluso a mediano plazo.

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Que los que se fueron regresen a Venezuela

Uno de los mayores dramas de los venezolanos es el vivido por la migración obligada, sobre todo por factores económicos.

Ya los venezolanos no somos aquellos que recibíamos innumerables ofertas de empleo y residencia con carros y todo pagado en el mundo, porque éramos de los profesionales más calificados. Ahora andamos regados por el planeta hasta sin un dólar en el bolsillo, solo con un sueño a cuestas.

Profesionales se han ido a otros países para fregar platos, vender cafés e incluso sus cuerpos para poder sobrevivir y enviar escasas remesas a sus familiares, teniendo que soportar extenuantes jornadas de trabajo y vejaciones solo por ser venezolanos.

Lo peor es que se fueron calificados, con un título bajo el brazo, y la mayoría no están ejerciendo, corriendo el riesgo de desactualizarse y con el tiempo ya no ser actos para el mercado laboral, ni en el país receptor ni de regreso a Venezuela.

Todo esto ha traído por consecuencia el pensar que los estudios ya no sirven para nada y prefieren aventurarse a cruzar el Darién, lo que a la larga representaría para el país un grave daño, ya que los venezolanos del futuro, si acaso, tendrían oficios, y de lo que nos ufanábamos, de tener la mayor proporción de profesionales, lo habríamos perdido. Volveríamos al pasado, pero esta vez para mal, a tiempos que creíamos ya superados. La Academia y la Empresa lo sentirían.

No queremos a los venezolanos vanidosos del “ta barato, dame dos”, pero tampoco a los migrantes “malqueridos”. Queremos que los que se fueron regresen, pero orgullosos, con plazas de trabajo, con la convicción de crecer, tanto por ellos como por el país.

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