La explosión de gas ocurrió en el caserío Caño de Los Becerros, el 28 de diciembre del 2020 y los sobrevivientes cuentan cómo les cambió la vida
Un año ha transcurrido de la tragedia en Caño de Los Becerros, municipio Piar. El relato de los sobrevivientes es aterrador, aseguran que su piel arde como el día que el fuego los arropaba mientras corrían por sus vidas. La explosión de varias bombonas de gas causó una decena de muertos y 45 heridos.
Luego de la devastación, muchos se sienten inútiles, puesto que no pueden trabajar o mantenerse mucho tiempo de pie. Dependen de otra persona para realizar, por lo menos, las actividades cotidianas, reseña La Prensa de Monagas.
Maricela Suárez es una de las personas que logró salvarse. No obstante, el transcurrir de sus días es un calvario. Ya no puede ser la mujer de antes: activa en su trabajo.
«Aquí seguimos sufriendo como el primer día. Mientras otras personas caminan y salen yo no puedo. Tengo que valerme de otros para hacer lo normal», relató la mujer. Ella tiene 90 % de sus piernas cubiertas por cicatrices.
«Hay vecinos que las heridas se les están abriendo por falta de tratamiento, otros sienten una comezón y no han podido controlarla. La piel se nos reseca y el calor y el polvo nos hace daño. Hay una muchacha con graves queloides, le arme y duele», contó la afectada.
La mujer recuerda que, aquel 28 de diciembre del 2019, «sentí un frío en mis piernas, más nada. Salí corriendo y no vi para atrás. No recuerdo con exactitud qué pasó, lo único que pensé fue en los que estaban dentro de la casa -dije: están calcinados-, pero no recuerdo mucho».
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SU mente se bloqueó
Suárez ha intentado recodar más detalles de la tragedia donde perdió a 9 de sus vecinos. Pero su mente se bloqueó y el más mínimo esfuerzo es inútil. Sin embargo, en Navidad y Fin de Año, el ruido de algún cohete, aceleración de vehículo o cualquier estruendo, le estremecieron el alma. A su mente viene la imagen de la bola de fuego que se formó en la distribución de gas.
«Sentimos miedo porque no queremos que ocurra una desgracia similar. Sufrimos mucho y no queremos que alguien más sufra y pase por lo que estamos pasando nosotros. Al llegar esta fecha todos vamos a recordar lo que sucedió», agregó durante la conversación.
Un mal presentimiento
Al igual que Maricela, José Candurin vive en carne propia las secuelas de la tragedia. Al salir a caminar por las calles de la comunidad, ubicada a unos 50 minutos de Maturín, lo hace con una toalla para taparse las heridas. Las mismas le arden como el primer día.
“Yo estaba donde mi hija en El Pinto y tenía ganas de venirme. Estando en el conuco, recogiendo maíz, sentía como un animal me caminaba por un costado. Era como un mal presagio”, relató.
«El día de la explosión le dije a la mujer que se quedara en casa que yo iba a buscar la bombona. Cuando escuché el sonido de las fugas, como si se tratara de un silbido, dije: algo va a pasar aquí. Hice el intento de irme dos veces, pero algo me halaba», continuó relatando la víctima.
Candurin asegura que ese momento jamás se borrará de su memoria. «Cuando volteo, veo la llamarada y la primera bombona que salió disparada por el aire».
«Ya no puedo ir al campo, no tengo fuerzas en las piernas y perdí las cosechas. Vivo de la providencia de los vecinos y familiares», indicó con nostalgia el hombre que se acercó este 28 de diciembre al monumento que realizaron en el pueblo para recordar a sus vecinos.
