Se cumple una semana del anuncio hecho por Tareck El Aissami sobre la normalización en el suministro de gasolina en las 1.568 estaciones de servicio en Venezuela
La burbuja se rompió y las filas siguen en cada rincón de la capital. Pareciera que desde el régimen se pretende manejar como paño de agua tibia el suministro de gasolina a cuenta gotas.
Anuncios que calman los ánimos ante la necesidad de la gente de poder moverse y que llegan como paliativo a cientos de protestas ocurridas por la escasez en días pasados.
Entre 2 y 5 horas en Caracas deben invertir quienes con la nueva modalidad por terminal de placa necesiten tanquear. En otros estados no ven la luz al final del túnel.
De cinco a 28 días se puede demorar la gandola en llegar a ciudades como Valencia, Barquisimeto y ni hablar de estados como Táchira o Zulia que han sido castigados por más de 10 años con racionamiento de gasolina y crisis de un servicio vital como la electricidad. Acalorado y en plena cola nos encontramos al señor Nelson Cárdenas quién condujo desde Santa Paula hasta la estación de servicio La Estrella en San Bernardino para surtir su vehículo.
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“En el este de Caracas las bombas se colapsan, en Baruta puedo durar de 4 a 5 horas, aquí solo 2”.
Relatos de las colas
Cárdenas denuncia que debe conducir a poca velocidad para “no forzar su carro” pues el octanaje de la gasolina iraní es más bajo y de mala calidad. “El carro me pistonea muchísimo”.
Caminamos bordeando la cola y nos encontramos a Edgar Jiménez quién viaja constantemente desde Maracay. “Aquí es más fácil echar gasolina, allá puedo demorar hasta 3 o 4 días en una cola”.
El conductor comenta que solo se vio mejoría en las filas durante el primer día de inicio de la nueva modalidad, es decir el pasado 5 de octubre.
“Con el anuncio fue más liviana la cola, pero estamos otra vez en lo mismo. La solución duró un solo día”.
La promesa del régimen se esfuma ante la continua necesidad de los usuarios. Echar gasolina y movilizarse pasó de ser una actividad de rutina que demoraba escasos 10 minutos a convertirse en una inversión de tiempo e incluso de logística que implica sumar a la espera una lonchera con alimentos y agua, hasta planificar medidas de seguridad cuando la odisea de acceder a gasolina requiere pernoctar.