El orden de la diáspora de los colombianos, ha sido directamente proporcional a la magnitud de su fortuna. Es decir, los primeros, los más ricos, se fueron antes que Gustavo Petro llegara a la Casa de Nariño y los últimos, serán los más pobres que, supuestamente, votaron por Petro porque los iba a volver ricos, regalando la plata de los contribuyentes colombianos que se fueron antes que Petro llegara. Genial.
La primera ola de emigrantes colombianos, fue la de los muy cercanos al círculo del poder, a esos que ponen y quitan al presidente. Se fueron los que sabían que, fijo, iba a quedar Gustavo Petro, con una seguridad pasmosa, liquidaron sus activos a unos precios de mercado favorables y se fueron.
Otros, simplemente, terminaron de liquidar los activos que habían empezado a liquidar desde el gobierno de Juan Manuel Santos, como lo prueba la híper devaluación del 60% ocurrida en el año 2015 cuando la élite colombiana se dio cuenta que el Acuerdo de Paz con las FARC iba a llevar a Colombia a la destrucción, como efectivamente pasó.
La segunda ola, se fue durante el primer año de Petro en la Casa de Nariño. Los mejores ejecutivos, los empresarios que redujeron su operación en Colombia y los jóvenes que no les alcanzaron a hacer la lobotomía comunista y salieron a buscar un lugar en el mundo en el que valoren su conocimiento en un mercado laboral libre, competitivo, en el que no exista la presencia indeseable del Estado.
Sacaron corriendo a los jóvenes burócratas que se prepararon durante años en programas académicos inútiles y les pagan salarios bajos, que ven con estupor la llegada de los recomendados por los políticos de las regiones en las que, supuestamente, votaron por el Pacto Histórico. A esos burócratas calentanos, les pagan el triple que a los cachacos y pueden llegar a “trabajar” al mediodía, porque ajá.
También, se fueron todos los ex burócratas, victimas de las purgas petristas, los mismos que renegaban del gobierno “paraco” que les dio de comer, los mismos que anhelaban la llegada de un comunista que hiciera crecer más al Estado y que les multiplicara por diez, sus ya abultados sueldos por no hacer nada.
A esos, los echaron a todos al mes siguiente de la llegada de su Mesías al poder y, en Colombia, nadie le va a dar empleo a un ex burócrata inútil que solo tiene experiencia en no hacer nada útil.
Sin embargo se sienten agradecidos y bendecidos con su redentor que los echó por algo bueno, dicen, o para algo mejor, a pesar de haberse convertido en el hazmerreír de sus amigos y familiares porque Petro no les hizo su sueño realidad.
La diáspora de los colombianos ya llega a la tercera ola. Se empiezan a ir los que no tenían pasaporte. Tuvieron que “esconder” los pasaportes para cerrar las fronteras de facto porque, sí se van los que trabajan y producen, el Estado no va a tener a nadie más para robarle su ingreso. Hasta los que nunca han trabajado, los militantes del petrismo, entienden que en su calidad de rémoras, de parásitos sociales, necesitan de un huésped o se mueren de hambre.
Hablando con un colega venezolano, me decía que Gustavo Petro había hecho un fast track y que llevó a Colombia, en solo un año, al mismo nivel de deterioro social, degeneración institucional y decadencia moral al que Hugo Chávez llevó a Venezuela, en casi diez años. Colombia, hoy, se convirtió en el moridero que es Venezuela y, el próximo año, va a estar al mismo nivel de miseria de Cuba.
El precio del dólar empezó a bajar y el precio de la deuda subió, como si Colombia fuera Luxemburgo. El mercado asumió que a Gustavo Petro lo iban a capturar con fines de extradición después de las confesiones de su hijo, Nicolás Petro, y de su hermano, Juan Fernando Petro.
Sin embargo, con el tiempo, lo que se ha visto es que ninguno de los entes de control y vigilancia han hecho algo en contra de Petro, la famosa institucionalidad que iba a evitar que Petro se convirtiera en un cleptócrata totalitario. Nadie fue capaz de ponerle frenos y contrapesos a la actividad criminal del régimen.
Gustavo Petro dice que, si las elecciones fueran mañana, volvería a ganar. Sabe que Pedro Sánchez domina a INDRA, que en la MOE sigue Alejandra Barrios financiada por el hijo de Soros y que, en la Registraduría, se mantiene, muy campante, Alexander Vega, a pesar de las evidentes irregularidades y de todas las denuncias que existen en su contra por múltiples delitos electorales.
Es obvio que, con ese trío, supervisando y validando los resultados electorales, en las próximas elecciones regionales, van a ganar todos los candidatos afines al régimen petrista. Los Petro se van a quedar a perpetuidad en el poder, emulando a los Castro, a los Kirchner, a los Ortega, a los Maduro y a los Obama.
Los colombianos creen que, porque hay votaciones cada dos años, existe una democracia real. Nada más alejado de la realidad. Aquí, hay votaciones pero no elecciones, nadie elige a nadie. ¿O todavía creen que once millones de colombianos eligieron a Gustavo Petro?
La certeza de que no hay nada más que se pueda hacer, aceleró la diáspora de la tercera ola de colombianos. No hay esperanza, no hay posibilidad real de un cambio. Petro, resultó siendo peor que todos los presidentes que quiso tumbar el M19, su grupo terrorista.
En Colombia, solo se van a quedar los militantes fundamentalistas del Pacto Histórico para repartirse el poco erario público que quede, después del saqueo inclemente. Lo mejor que le puede pasar a Gustavo Petro y a sus secuaces, es que Colombia se quede vacía porque serán menos para repartirse el botín.