lunes, mayo 6, 2024
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Andrés Villota Gómez
Andrés Villota Gómez
@AndresVillotaGo

Los hombres de teflón y las instituciones de mantequilla
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En alguna de las varias veces que su nombre ha estado involucrado en millonarios escándalos de corrupción, Armando Benedetti dijo que en Colombia no se podía saber la verdad sobre la corrupción y el nombre de los corruptos porque la “Institucionalidad” podía estar en peligro de “caerse”. Mejor dicho, frente a la corrupción y al saqueo de los recursos públicos, lo mejor, es guardar prudente silencio para no incomodar a la institucionalidad y que pueda seguir delinquiendo en paz.

Varios criminales, para evitar responder ante la justicia y justificar la impunidad sobre sus delitos, han planteado falsos dilemas​.​​ “Qué prefiere, verlos en el Congreso o en el monte echando bala?” o el famoso “Los que hacen un Acuerdo de Paz, no lo firman para ir a la cárcel”. Los que eran instrumentalizados por los criminales para difundir esos dilemas, me acuerdo, lo decían con un dejo de superioridad moral e intelectual tratando de imbécil a su interlocutor con la seguridad propia del que está exponiendo alguna ley irrefutable de la naturaleza.

Ricardo Téllez, alias “Rodrigo Granda”, el Harry Houdini de Frontino (por su habilidad para escapar), le planteó al mundo entero otro de esos dilemas al darle alcance universal a la jurisdicción de la JEP afirmando que todos los delitos que hubiera podido haber cometido en el pasado debían ser juzgados por la jurisdicción creada en Colombia a su medida y a la medida de las FARC con el objetivo de proteger los intereses de sus miembros, por eso, no le va a pasar nada ni va a recibir castigo alguno por haber secuestrado, violado, torturado y asesinado a Cecilia Cubas en Paraguay. No les extrañe que bajo esa misma lógica la defensa del colombiano Alex Saab y del venezolano Hugo Carvajal, aleguen, también, que sus jueces naturales son los magistrados de la JEP en Colombia.

Los hombres de teflón han existido desde siempre. El siglo pasado, Pablo Emilio Escobar Gaviria se entregó a la justicia colombiana y fue recluido en la cárcel boutique de La Catedral sin que existiera una orden de captura vigente en su contra, ni se le acusara de delito alguno. Los hombres de teflón son los únicos que prosperan y se empoderan en medio de las naciones con instituciones hechas de mantequilla. El senador Gustavo Petro es el mejor ejemplo de lo que digo.

Petro solo ha sido y será posible al interior de una sociedad con las instituciones colombianas. La capa de teflón que tiene Petro es bastante gruesa y perpetua. Los muchos crímenes perpetrados durante su actividad terrorista en el M-19 fueron amnistiados. Las serias irregularidades ocurridas siendo alcalde de Bogotá que lo llevaron a ser destituido por la Procuraduría General de la Nación, desaparecieron cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo restituye en el cargo y le terminó perdonando​, de carambola,​ todos sus delitos contra la administración pública.

La capa de teflón se la renovaron, endurecieron y volvieron vitalicia, cuando perdió las elecciones presidenciales del año 2018 y de premio de consolación le dieron la posibilidad de ser congresista y el líder de la Oposición colombiana que, a la fecha, lo hace totalmente inmune e intocable.

Fue el único colombiano que pudo salir del país cuando era prohibido para el resto de los colombianos, sin teflón, salir a la esquina de su casa. Participó en una cumbre de comunistas en Cuba y luego exigió que el gobierno nacional fuera a recogerlo. Luego se volvió a ir, sin avisar en el Congreso, de paseo a Italia para visitar a una de las varias hijas que tiene viviendo en Europa, un lujo que un colombiano sin teflón​ ​jamás podría pagar.

En medio de la mortal pandemia del COVID19, el gobierno italiano solo le había dado la posibilidad de ingresar a su país a Lady Gaga y a Al Pacino para filmar una película pero, por lo visto, también autorizó el ingreso a Gustavo Petro lo que demostró que su teflón es multinacional y que está al mismo nivel que una celebridad de Hollywood. Se infectó con COVID19 en Florencia, Italia y sólo pudo regresar a Colombia en marzo del 2021 cuando se recuperó totalmente.

Desafió a la muerte, llegó renovado, sincero, como si lo hubieran cambiado y fuera un nuevo Petro. Empoderado por haberle ayudado a Joe Biden a conseguir los 81 millones de votos y saber que el hombre más poderoso del mundo le va a cubrir la espalda en agradecimiento por haber logrado convencer a la comunidad latina, junto con Shakira y Residente, de que él (Biden) era la mejor opción.

Volvió pisando fuerte, convocando a marchas violentas inspirado, tal vez, en la tierra de Benito Mussolini. Resultó creando y financiando abiertamente al grupo fascista La Primera Línea. Afectó de manera grave a la economía colombiana por la destrucción física de muchas empresas y por bloqueos a los puertos y a las carreteras que la misma Corte de mantequilla que lo restituye en su cargo de alcalde consideró que no era un delito bloquear el paso de ambulancias y de comida para que el pueblo no se muriera de hambre.

Tampoco le han dicho nada por convocar reuniones en la plaza pública en mitad de una pandemia y hacer campaña política antes de lo permitido. Caso contrario, por ejemplo, a las múltiples limitaciones y obstáculos que le han impuesto a los movimientos revocatorios de los alcaldes de Bogotá, Cali y Medellín, pero es obvio, los líderes de las revocatorias no tienen teflón.

La confianza de los colombianos en las instituciones tiende a cero. La prestigiosa encuestadora Gallup (antes de ser comprada por Invamer en Colombia) mostraba como, con la llegada de Juan Manuel Santos al poder, había cambiado la tendencia de la percepción favorable de los colombianos en las instituciones. Hoy, ningún colombiano cree ni confía en la justicia, en las Altas Cortes, en los partidos políticos, en el Congreso, en el Ejecutivo o en la prensa tradicional.

En la única institución que creen y confían los colombianos es en las Fuerzas Armadas, pero ese desprestigio, no parece importarle a los miembros de las instituciones que no han hecho nada por auto reformarse, por cambiar, por tratar de defender los intereses de los colombianos sin teflón. Las expectativas hacía el futuro no son las mejores porque, en ​la coyuntura actual​, es evidente que las instituciones colombianas jamás van a dejar de ser de mantequilla.

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